En este mes misionero, recibimos nuevamente el envío para amar a Jesús y hacerlo amar. Y, ¿cómo podemos amarlo y hacerlo amar? El Papa Francisco, en su mensaje para la 97 jornada mundial de las misiones, nos regala un itinerario muy bello inspirado en el relato de los discípulos de Emaús (Lc 24, 13 – 35), cuyo lema es: “corazones fervientes, pies en camino”[1].
Amar a Jesús y hacerlo amar es experimentar en la propia vida el amor de Cristo que ha dado su vida por ti, por mí, por toda la humanidad; es dejarnos calentar el corazón con la docilidad de un niño pequeño y escuchar su Palabra para fortalecer nuestra alma, nuestra vida; es ir de prisa a compartir y contagiar a los demás la alegría del Evangelio; es amarnos entre nosotros recordando que “nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando” (Jn 15, 13 – 14). Es tener presente que el Señor Jesús es más grande que nuestros problemas, y que estamos en este mundo para anunciar la Buena Nueva del amor salvífico de Dios, sobre todo en aquellos lugares donde hay tristeza, dolor y desesperanza. y así, como María, ponernos en camino.
Madre Martha experimentó este llamado, pues deseaba ardientemente amar a Jesús, hacerlo amar y extender el Reino de Dios. Ella misma nos comparte:
“Que nuestro trato con las almas sea siempre para extender el Reino de Jesucristo […]. Lo primero que debemos hacer es darnos cuenta de lo que nos proponemos, y luego, pensar cómo debemos actuar.
Ante todo buscar nuestra santificación personal, […] procurar constantemente elevarse, pero no para situarse en el Cielo donde todavía no nos encontramos, sino en la Cruz, a imitación de Jesús, entre el cielo y la tierra, con tendencia a subir cada vez más hacia las cosas de lo alto […]. Todos debemos ganar almas para Jesús”[2].
¿Experimentas el amor de Jesús? ¿eres consciente de su llamado a amarlo y hacerlo amar? ¿quieres responderle y corresponderle? ¿qué harás para lograrlo?
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