Hemos comenzado el tiempo de Pascua, en el que celebramos a Jesús resucitado quien reanima nuestra esperanza, nos comunica su amor y nos invita a permanecer en Él: “Como el Padre me ama, así los amo yo a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos permanecerán en mi amor. Les he dicho esto para que participen en mi alegría y su alegría sea completa” (Jn 15, 9-11).
De acuerdo al texto bíblico, ¿dónde se fundamenta nuestra alegría? En una comparación y una invitación: como el Padre ama a Jesús, así nos ama a cada uno y nos invita a permanecer en su amor cumpliendo sus mandamientos. Participar de su alegría es permanecer en su amor, cumplir su voluntad y estar gozosamente en su presencia.
Madre Martha nos dice: “Procura en esta Pascua, que es la fiesta por excelencia de la alegría, llenar tu corazón de esa santa alegría”[1]. Nos hace un llamado a dejarnos colmar por el amor trinitario que habita en el corazón de cada persona y que en el tiempo pascual se hace palpable porque celebramos el amor de Cristo que nos ha liberado del pecado, de la muerte y nos da la vida eterna.
Dice un proverbio oriental: “Si están tristes, no podrán subir un montecillo; si están alegres, serán capaces de escalar las más altas montañas”. Tú y yo estamos llamados a escalar la más alta montaña: la santidad. Recorrer el camino para llegar al cielo prometido requiere de esa santa alegría, que da un entusiasmo siempre nuevo, renueva las fuerzas y contagia esperanza.
Llenar nuestro corazón de santa alegría es llenarnos del Espíritu Santo que grita en nosotros ¡Cristo vive! “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?, ¿quién podrá apartarnos del amor de Cristo?” (Rm 8, 31-35).
¿Vencerás obstáculos con santa alegría para escalar la montaña más alta de tu vida?
[1] Carta escrita el 5 de abril de 1958 a las Hermanas de la Vera Cruz Hijas de la Iglesia
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