Todos sabemos que cada día es una nueva oportunidad de vivir, de tomar las riendas de nuestra vida y hacer de ella algo hermoso o algo desagradable, algo digno de ser admirado o algo digno de ser lamentado; la decisión es sólo nuestra. La vida se nos ha dado como don, como regalo, también como misión, como tarea, como camino a transitar, para encontrar o ser alcanzados por la vocación-misión para la que fuimos creados.
¿Te has preguntado cuál es tu misión en esta vida? Y si ya la encontraste, ¿te sientes feliz en ella? ¿Te experimentas como una persona llamada a ser cada vez mejor? O ¿consideras que has llegado a la estatura para la que fuiste creado? ¿cuál es tu mayor sueño? ¿crees en la vida nueva? ¿y qué me dices de la vida eterna? De tus respuestas a cada pregunta dependerá tu concepto de vida, de vida nueva y de vida eterna.
En la Sagrada Escritura, en el Nuevo Testamento, la resurrección de Jesús le da sentido final a toda existencia humana. Nos hace un llamado a creer en Él y en el poder de su resurrección “porque el que está en Cristo, es una nueva creatura; todo lo viejo ha pasado, todo es nuevo” (2 Cor 5,17). Además, San Pablo nos hace un llamado a la reconciliación y a ser embajadores de Dios: “porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres... Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo les suplicamos: ¡reconcíliense con Dios!” (2 Cor 5, 19 – 20).
Para Madre Martha, la vida misma y la vida en Cristo Jesús es una bella oportunidad de ser creaturas nuevas, para colaborar con Él en su obra de salvación, por eso nos dice: “Es esta hermosa fiesta de Pascua, una preciosísima oportunidad de rectificarnos, de resucitar. Jesús, ciertamente, no tiene necesidad de nosotras, en absoluto, y a pesar de ello, ha querido necesitarnos para hacer de nosotras instrumentos útiles para su gloria. ¿Vamos a hacernos tontas… sordas a su llamado?” [1]
¿Has escuchado la llamada de Dios a una vida nueva? ¿quieres colaborar con Jesús y ser instrumento dócil en sus manos? ¿qué harás para lograrlo?
[1]AHSVCFE I.2.2.10. Fondo Martha Christlieb. Cartas a Hermanas de la Vera Cruz Hijas de la Iglesia, 5 de abril de 1958.
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