En este mes patrio se despiertan en nosotros sentimientos de respeto por nuestras raíces y se acrecienta la identidad nacional. También se suscita la añoranza por un México mejor, la nostalgia por lo que no hemos logrado, dando oportunidad para culpar a otros por la situación del país y criticar sin compasión a quienes tienen la facultad de gobernar.
Hablar de los demás es inherente en todas las personas; hablar bien o hablar mal depende de lo que hay en el corazón, de la forma como se interpretan las cosas, de la información obtenida y de la capacidad de respuesta.
Las palabras que empleamos construyen o destruyen, unen o dividen, bendicen o maldicen, perdonan u ofenden, curan o lastiman. El apóstol Santiago dice en su carta: “todos ofendemos en muchas formas. Si alguno no ofende de palabra, es perfecto, capaz de controlarse a sí mismo. A los caballos les ponemos freno en la boca para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. Así también pasa con la lengua: siendo un miembro tan pequeño, es capaz de grandes cosas” (St 3, 2 – 5).
En este cambio de época, en el que vivimos la incertidumbre, inestabilidad política, crisis ideológicas, la cultura del descarte, escuchemos la voz de quienes nos han precedido y, con su testimonio de vida, son un mensaje para creer y apostar por un México mejor donde prevalezca la civilización del amor en lo pequeño de cada día, con sencillez y alegría.
Madre Martha nos anima así: “Quiero hacerte una invitación: ¿quieres que hagamos una campaña intensa en favor del amor? Te propongo que no digamos absolutamente nada que pueda sembrar división, no repetir lo desagradable que hayamos oído de las demás personas, y sí todo lo edificante y hermoso que sepamos de ellas ¿quieres?”[1]
¿Crees en un México mejor? ¿quieres ser parte de esta campaña?, sólo así podremos gritar con honor: ¡VIVA MEXICO!
[1] Martha Christlieb, 17 septiembre 1950. Carta a una Hermana (AHSVCFE, I.2.3.611).
Efectivamente si hay amor en el corazón a Dios Nuestto Señor podremos tener amor a los demás