Hemos iniciado un nuevo ciclo escolar, las instituciones educativas abren sus puertas para albergar a los estudiantes y, con ellos, a sus familias. Todos, de manera formal e informal, estamos en continuas experiencias de aprendizaje, vivimos un proceso educativo constante. Por ello, al iniciar este ciclo 2022 – 2023 valdría la pena hacernos esta pregunta:
¿Qué se espera de la formación de la niñez, juventud o edad adulta? Que contribuya al bien de la sociedad, que emerjan personas de bien, capaces de luchar por los valores constructores de bienestar, productividad, amor y paz.
Y, ¿cómo lograrlo? formando la mente y la voluntad, facultades poderosas capaces de llevar a la práctica lo aprendido, lo atesorado en el corazón.
Jesús nos dice “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mt 12,34). Esto es, lo conocido por la mente, se guarda en el corazón y lo ejecuta la voluntad. Nuestras palabras y acciones pueden ser ladrillos para edificar o excavadoras para destruir.
Y, ¿cómo ser personas que construyen? Madre Martha nos propone un camino: Educar y desarrollar la voluntad. Pero, ¿de qué manera lo hacemos? Ella nos aconseja lo siguiente: “Busquen todas las ocasiones de ejecutar actos que cuesten algún trabajo y que necesiten algún sacrificio o esfuerzo sobre ustedes mismas y repítanse siempre: este trabajo, si lo hago bien, es un escalón que me eleva hacia la perfección, y me lleva al Cielo; entonces, nada les parecerá trivial ni pequeño, y poco a poco se despertará en ustedes el gusto de las obras bien acabadas”[1].
La obra bien acabada por excelencia es una persona congruente que, con sus palabras y acciones, habla de la belleza de su corazón y en todo momento construye la comunión.
¿Cómo es tu actuar cotidiano: ladrillo que construye o excavadora que destruye? ¿quieres educar tu voluntad? ¿qué harás para lograrlo?
[1] Martha Christlieb Ibarrola (2015). Educar el corazón. México, Ed. PPC, p. 57.
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