“No basta con dar las gracias, sin dar lo que las merece, que a fuerza de gratitudes se vuelve la tierra estéril” cita un himno litúrgico. El Papa Francisco, en varias ocasiones, ha hablado de esta virtud, para él, “es la insignia del cristiano”[1], "es signo de buena salud espiritual"[2].
La alegría natural, sencilla y profunda brota de un corazón agradecido, de un corazón que ha experimentado, en su historia personal, la bondad y belleza recibidas, aún en momentos de dificultad. Sabernos protegidos, sostenidos, confiados y escuchados por quien nos ama, nos da un sentimiento de seguridad y libertad interior que nos lleva a vivir con esperanza y con el deseo de corresponder al bien recibido.
Jesús nos invita a sentirnos amados, confiados y protegidos; un ejemplo de ello es el pasaje donde dice: “Miren las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, no guardan alimentos en graneros y, sin embargo, el Padre del Cielo, el Padre de ustedes, las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que las aves?” (Mt 6,26).
Si haces un recorrido de tu vida, podrás experimentar un sin número de beneficios recibidos a través de distintos acontecimientos y personas. Te invito a detenerte un momento y constatar la presencia amorosa de Dios que ha cuidado de ti, mucho más que a las aves del cielo y las flores del campo. Esta experiencia nos da la certeza del amor infinito de Dios y nos mueve a la gratitud.
Madre Martha vivió agradecida por todas las bendiciones recibidas y ese sentimiento la motivó a corresponderle a Dios con amor, a través de cada detalle, de cada persona, de cada acto. Hoy, ella misma, nos hace “una invitación a la gratitud: gratitud, para con Dios, en primer lugar […] gratitud, para la Virgen Santísima a quien [nos] encomendamos […]; la invitación a la gratitud es, precisamente, amad@s hij@s, para que ese sentimiento, tan raro y tan noble, […] se traduzca en un verdadero resurgimiento de nuestra vida […]. Que esa gratitud, se traduzca […], sobre todo, en más abnegación, en una generosidad más alegre, y en una alegría más generosa en el cumplimiento de nuestros deberes; […] en más docilidad, en una caridad auténtica… en consecuencia, en más unión, en más intimidad con Dios”[3].
¿Experimentas el amor de Dios en tu vida? ¿En qué lo notas? ¿Eres una persona agradecida? ¿Aceptas la invitación de Madre Martha?
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