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María, nuestra luz y nuestra fuerza

  • Foto del escritor: Nayeli Reyes Loyo, svcfe
    Nayeli Reyes Loyo, svcfe
  • hace 6 minutos
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Tomada de la fototeca Martha Christlieb
Tomada de la fototeca Martha Christlieb

Hemos iniciado el mes de noviembre en el que se celebra la solemnidad de Todos los Santos y se conmemora a todos los fieles difuntos. Es un tiempo para mirar con serenidad, fe y esperanza el misterio de la muerte y reconocer que no caminamos solos, porque “María, nuestra madre celestial, es nuestra guía, nuestra luz y nuestra fuerza”[1], como bien dice Madre Martha de la Inmaculada.

 

La solemnidad de Todos los Santos nos recuerda que una vida bendita, bella, exitosa, santa... es posible. Lo fue ayer para los santos que hoy veneramos y lo es también hoy para cada uno de nosotros. Todos podemos convertirnos en esos "santos de la puerta de al lado" de los que nos habla el Papa Francisco. Hombres y mujeres reconciliados consigo mismos, con los demás y con Dios; capaces de hacer brillar la luz del Amor misericordioso en la vida cotidiana: en la familia, en el trabajo, en nuestro tiempo libre... saber vivir como Jesús, sintiéndonos hijos muy amados del Padre[2].

 

Él mismo nos lo enseña en el Evangelio: “Brille su luz delante de los hombres de modo que, al ver sus buenas obras, den gloria a su Padre que está en los cielos" (Mt 5,16). Y el libro de la sabiduría nos invita a la confianza y esperanza porque “las almas de los justos están en manos de Dios, y ningún tormento los alcanzará” (Sab 3,1). Si nuestra vida es reflejo de la luz de Cristo, no debemos temer a la hora decisiva, en la que seremos llamados a gozar plenamente del amor de Dios y del reencuentro con quienes amamos.  

 

La Sierva de Dios Martha de la Inmaculada, en sus escritos espirituales, nos comparte de manera sencilla y confiada: “el niño y el joven (podemos decir también que toda persona), cuando llega la hora de la muerte, ve con pavor cómo se escapa la vida, y la presencia de su madre junto a su lecho de agonía es para él consuelo y fortaleza. La asistencia e intercesión de la Virgen Santísima es siempre y particularmente en esa hora, garantía de salvación y secreto de predestinación”[3].

 

Así como un niño encuentra seguridad y consuelo en los brazos de su madre, el creyente halla en María el consuelo ante el miedo, la incertidumbre y fragilidad. Ella no nos abandona en la hora de la prueba; intercede, acompaña y sostiene en cada momento de la vida, especialmente cuando llega la llamada final y amorosa del Padre celestial.

 

¿Experimentas a la Virgen María como Madre que te acompaña en tus momentos de prueba? ¿Has aprendido a mirar la muerte con ojos de fe y esperanza, como el paso definitivo hacia el encuentro con Dios y con tus seres amados?  



[1] AHSVCFE I.5.4.16. Fondo Martha Christlieb, Escritos Espirituales. Octubre 1954.

[2] Cf. Vatican News (s.f.). Solemnidad de Todos los Santos.

[3] AHSVCFE I.5.4.16. Fondo Martha Christlieb, Escritos Espirituales. Octubre 1954.

 
 
 

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