Hemos iniciado el tiempo de cuaresma y el Papa Francisco, en su mensaje de este año[1], nos invita a reflexionar sobre la exhortación de San Pablo, a “no cansarnos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos” (Ga 6,9-10)
Hacer el bien, sin mirar a quien es imposible sólo con las fuerzas humanas, necesitamos la ayuda de Dios, la fuerza de su gracia para llevarlo a cabo. Madre Martha nos dice: “haremos el bien en la medida en que estemos unidos a nuestro Señor, agárrense fuerte, muy fuerte de la Virgen Santísima… No se olviden, sin embargo, que solamente son instrumentos, y que, mientras más dóciles sean en manos de Ella, más y mucho más de fondo será el bien que hagan”[2].
¿Queremos hacer el bien y no cansarnos de ello? Dos cosas necesitamos: orar para unirnos más a Dios y confiarnos en las manos de María para ser instrumentos dóciles, pacientes y perseverantes en la práctica de buenas obras y esperar la cosecha a su tiempo.
En este tiempo donde la crisis mundial y el azote de la guerra ha tocado nuestras puertas, no nos cansemos de hacer el bien, tengamos gestos de bondad y ayuda ahí donde nos encontramos: en casa, en el trabajo, la escuela, yendo de camino, en los grupos sociales; ahí donde la vida clama paz, armonía, belleza, bondad, misericordia y solidaridad. Tendamos una mano a quien está a nuestro lado, con la seguridad de que ningún acto de amor quedará sin recompensa, pues “Tu Padre que ve lo secreto te recompensará” (Mt 6,18).
¿Quieres hacer el bien? ¿con quiénes necesitas practicarlo? ¿qué acciones vas a realizar?