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María, Madre del cielo y Causa de nuestra alegría

  • Foto del escritor: Nayeli Reyes Loyo, svcfe
    Nayeli Reyes Loyo, svcfe
  • 8 may
  • 2 Min. de lectura

“Les aseguro que si no cambian y se hacen como los niños no entrarán en el reino de los cielos. El que se haga pequeño como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos. El que recibe a un niño como este en mi nombre, a mí me recibe” (Mt 18,3-4).

 

Fuertes, contundentes y confrontantes son las palabras de Jesús a sus discípulos quienes le habían preguntado quién era el más grande en el reino de los cielos. Jesús empieza con un indicativo muy claro “si no cambian y se hacen como niños no entrarán en el reino de los cielos”, les invita a hacerse pequeños, esto es, a confiar, a abandonarse en los brazos de Dios su Padre y a crecer bajo su protección y abrigo. En la persona de los discípulos nos hace el mismo llamado, nos invita a cambiar, a tener una vida sencilla, bañada de simplicidad y humildad para disfrutar del reino de los cielos instaurado ya, aquí en la tierra.

 

Los seres humanos hemos experimentado la protección de nuestra mamá, hemos crecido al calor de su amor y confiado que, a su lado, estamos a salvo. Con su enseñanza y ejemplo, conocimos el amor de Dios y la protección de la Santísima Virgen, aprendimos a recurrir a ellos en momentos de dificultad.

 

Madre Martha, en unos de sus escritos nos comparte algo muy bello al respecto: "La niñez tiene necesidad de alegría, necesidad de gozar, y esta necesidad se satisface estando tranquila, a salvo de peligros y preocupaciones. Esto se logra únicamente por medio de la madre que es como un valladar que detiene todo lo que puede perjudicar o perturbar la vida del niño. María, que es la Madre del Cielo y es Causa de nuestra alegría, obra del mismo modo que la de la tierra. […] La niñez teme los peligros materiales y por eso acude sin cesar a su madre en busca de protección y de consuelo; por ese mismo motivo, y buscando también consuelo y protección, debe el niño acudir a su Madre del Cielo, que siendo la mejor y más tierna de las Madres, y siendo al mismo tiempo consuelo de afligidos protege y consuela como nadie sabría ni podría hacerlo”[1].

 

Por lo que, para entrar al reino de los cielos, necesitamos ser como niños, confiar en el amor de Dios –pase lo que pase– y ponernos bajo la guía y protección de Nuestra Madre María, solo así será la Causa de Nuestra Alegría.

 

¿Qué virtud de los niños deseas imitar como camino de santidad? ¿Quieres amar cada vez más a la Virgen María? ¿Qué harás para lograrlo?



[1] AHSVCFE I.5.4.16. Fondo Martha Christlieb, Escritos Espirituales. Octubre, 1954.

 
 
 

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