“¡Ven, ven Señor no tardes, ven que te esperamos!” es la aclamación de júbilo y esperanza que estaremos escuchando y proclamando durante los días previos a la Navidad.
Sin embargo, habría que preguntarnos ¿verdaderamente quiero que Jesús venga? ¿para qué quiero que venga? ¿lo anhelo profundamente o es una frase trillada, un tiempo establecido que hay que vivir? Y si Jesús llegara hoy, ¿qué encontraría? cómo espero su venida al final de mi vida: ¿con gozo, miedo, alegría…? ¿qué clase de amor es el que espera con temor a quien ama?
El apóstol San Juan en su primera carta nos dice: “La señal de que el amor ha llegado a su plenitud en nosotros, está en que tenemos plena confianza ante el día del juicio, porque ya en este mundo somos semejantes a él. En el amor no hay lugar para el temor: al contrario, el amor perfecto elimina el temor, porque el temor supone un castigo, y el que teme no ha llegado a la plenitud del amor. Nosotros amamos porque Dios nos amó primero” (1Jn 4, 17-18).
Y, ¿cuál es la plenitud del amor? Conocer el amor que Dios nos tiene y creer firmemente en él (1Jn 4, 16), el cual se nos ha revelado en el misterio de Belén: Dios se ha hecho hombre para amarnos, salvarnos, enseñarnos a amarnos los unos a los otros y el valor de las cosas pequeñas, porque Dios gusta de esconderse en las cosas pequeñas y disfruta encontrar en ellas mucho amor. Por lo tanto, el verdadero amor supera todo temor porque está basado en la confianza de saberse amado e invitado a amar.
Madre Martha al contemplar el misterio de Belén, se sentía invitada a aprender, en la escuela de la Sagrada Familia, el amor y la sencillez. En sus escritos nos dice: "acerquémonos de puntillas al pesebre de Belén…y quedémonos allí, junto a María, la feliz Madre de Jesús, la encantadora Madrecita nuestra... y aprendamos de Ella, y por Ella, las sublimes y provechosas lecciones de pequeñez que sólo pueden aprenderse en la primera y más grande cátedra de caridad: el portal de Belén [...] Y, cuando cada uno hayamos aprendido lo que sólo allí se aprende, sin apartarnos de ese delicioso rinconcito, salgamos, con la misma sencillez, con la misma naturalidad, con la misma alegría con que los pastores deben haber salido del ‘portalico’; salgamos también nosotros para difundir por todas partes el buen olor de Cristo [...] ¡Madre Virgen! Enséñanos en la Noche de Navidad, a amar y a vivir el Misterio de Belén"[1].
¿Te experimentas amada/o por Dios? ¿Anhelas la llegada de Jesús a tu corazón? ¿Tu confianza en su amor supera el temor de su venida final? ¿Cómo te estás preparando para la noche de Navidad?
[1] AHSVCFE I.5.2.2. Fondo Martha Christlieb, Mensaje de Navidad, 25 de diciembre de 1967.
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