
Hemos iniciado un nuevo año, año que tiene un tinte especial porque hemos sido convocados a vivir un año jubilar, cuyo lema es peregrinos de esperanza. El Papa Francisco nos exhorta a vivir con mayor profundidad la virtud teologal de la esperanza que nos hace “esperar lo que no vemos, aguardando con perseverancia” (Rm 8,25).
Valdría la pena preguntarnos: ¿qué esperamos? ¿qué anhelamos con todas nuestras fuerzas? ¿cuáles son nuestros deseos más profundos? ¿qué dimensiones tienen estos anhelos: material, espiritual, es profundo, pasajero, eterno…? ¿en qué o en quién tenemos puesta nuestra esperanza? De acuerdo con nuestras respuestas se pondrán de manifiesto “los pensamientos e intenciones de nuestro corazón” (Cf Hb 4,12) y así será la vivencia que tendremos en este año de gracia.
El apóstol san Pablo nos invita a vivir en la confianza en Dios, aún en medio de las dificultades, tribulaciones o sinsabores que la vida nos presenta. Él vivió grandes tormentos y con profunda certeza exclamaba: “sé en quien he puesto mi confianza y estoy persuadido de que tiene poder para conservar hasta el último día la doctrina que me encomendó” (2Tim 1,12).
Por lo que ser peregrinos de esperanza significa sabernos sostenidos por la mano amorosa de Dios, nuestro Padre, que sabe lo que necesitamos y nos dará aquello que ni nosotros nos atrevemos a pedir, pero que Él conoce y sabe que es para nuestro bien.
Anhelar y luchar por aquello que soñamos, acrecienta nuestra esperanza y nos da la fuerza para vencer cualquier obstáculo con tal de alcanzarlo. La madre Martha anhelaba en su corazón vivir la caridad (el amor) de manera tal, que su testimonio, fuera atrayente y a la vez sencillo. En uno de sus escritos le dice al Padre Edmundo, su guía espiritual, y hoy nos lo comparte: “Padre mío quiero decirte que esa llamita en mi corazón […] va creciendo a pasos agigantados y alienta la esperanza de convertirse, no muy tarde, en un incendio que pueda hacer realidad el llegar a ese "escándalo de caridad" que tú tanto anhelas... "Escándalo de caridad", sí, pero en una forma humilde, sencilla, oculta, callada como la Virgen Inmaculada, por tantos títulos Madre tuya... y Madre nuestra también”[1].
Vivamos, como Madre Martha y tantos cristianos en el mundo, la virtud de la esperanza, en unión con María, para que Ella nos ayude a acrecentar nuestros deseos de amar y servir, con la certeza de que Dios es fiel para custodiar, hasta el último momento, lo que Él ya ha sembrado en nuestros corazones.
¿Cuáles son tus deseos más profundos? ¿quieres ser peregrina/o de esperanza? ¿qué harás para lograrlo?
[1] AHSVCFE I.2.4.376. Fondo Martha Christlieb, Carta a P. Edmundo Iturbide, msps, 19 abril 1969.
Comentarios