Escuchar con paciencia y con bondadoso interés
- Nayeli Reyes Loyo, svcfe

- 10 sept
- 2 Min. de lectura

Vivimos un cambio de época en el que la inmediatez, lo transitorio y lo desechable parecen imponerse, o al menos, hacen más ruido en nuestra sociedad. Sin embargo, la paciencia –activa y silenciosa– que se manifiesta en los pequeños gestos de bondad de cada día, rara vez se convierte en noticia o motivo de reconocimiento en las redes sociales.
San Pedro, en su segunda carta, nos exhorta: “procuren vivir en paz con Dios, limpios e irreprochables ante él, considerando que se salvan gracias a la paciencia de nuestro Señor” (2 Pe 3, 14-15). Estas palabras nos indican que, gracias a la paciencia divina, somos salvados.
Con frecuencia olvidamos que Dios, nuestro Padre, nos escucha, nos llama y nos espera con una paciencia infinita. Su paciencia es la causa de nuestra salvación. Así como lo afirma San Pablo: “El amor es paciente y bondadoso; no tiene envidia ni orgullo ni arrogancia” (1 Cor 13,4). Y porque “Dios es amor” (1 Jn 4,8) su paciencia es inagotable: espera en nosotros para que nos convirtamos a Él.
Entonces, ¿por qué dejamos que la impaciencia marque nuestro ritmo? ¿por qué obedecer a las exigencias de una sociedad utilitarista que nos cambia de rumbo constantemente? ¿por qué caer en la indiferencia, pasando de largo ante quien nos necesita?
La paciencia no es pasividad ni indiferencia: es un acto profundo de amor. Ser pacientes es dar al otro el tiempo que necesita para expresarse, crecer y transformar su vida. La paciencia es la caridad hecha espera, respeto y ternura.
La sierva de Dios, Martha de la Inmaculada, lo expresó con claridad a un grupo de jóvenes –y en ellas también a nosotros–: “La caridad auténtica, les hará escuchar siempre con paciencia y con bondadoso interés; les hará [personas] serenas y acogedoras, les hará proceder y aconsejar con prudencia y con discreción, con suavidad y energía; actuar con abnegación, con celo delicado y exquisito tacto”[1].
A la luz de la Sagrada Escritura y de las palabras de Madre Martha recordemos que escuchar con paciencia es abrir el corazón sin interrupciones, sin juicios y sin prisas. Es imitar a Cristo, que tantas veces nos ha esperado en silencio, con bondad y misericordia. Es la virtud que sostiene las relaciones fraternas y nos permite acompañar con suavidad y energía, con prudencia y delicadeza.
¿En qué situaciones de tu vida reconoces que necesitas crecer en paciencia? ¿Cómo es tu forma de escuchar a los demás? ¿Qué ejemplo de paciencia de Jesús te inspira hoy a vivir con más caridad?
[1] AHSVCFE I.5.4.7. Fondo Martha Christlieb, Escritos Espirituales, Sobre el apostolado a la UFCM. 13 octubre 1952.


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