La Virgen Inmaculada, Madre y Misionera de la salvación
- Nayeli Reyes Loyo, svcfe

- 4 oct
- 2 Min. de lectura

Octubre es un mes especial en el camino de la Iglesia: un tiempo para contemplar, junto a María, los misterios de Cristo a través del rezo del Rosario; y también un tiempo para renovar nuestra vocación misionera, recordando que la fe no se guarda, sino que se comparte. San Juan Pablo II decía “la fe se fortalece dándola”[1].
La Sagrada Escritura, nos presenta a María en distintos momentos como Madre, Intercesora y Misionera. En la Visitación (Lc 1,39-45), corre presurosa al encuentro de su prima Isabel, llevando a Jesús en su seno y comunicando la alegría de la presencia del Salvador. En las bodas de Caná (Jn 2,1-11), intercede maternalmente ante su Hijo para que los esposos no carecieran de vino en la fiesta y Jesús, atendiendo a la petición de su Madre, realiza su primer signo manifestando su gloria. Finalmente, al pie de la Cruz (Jn 19, 25-27), Cristo nos la entrega como Madre universal para que, como el discípulo amado, la recibamos en nuestra casa y en nuestro corazón.
Amar a la Virgen María, imitarla y hacerla amar, es una de las características de la espiritualidad de la sierva de Dios, Martha de la Inmaculada. En sus escritos espirituales nos comparte: “Sin entrar en detalles, ni adentrarnos en honduras teológicas, podemos afirmar con certeza que, María Santísima, a partir de aquel Viernes Santo en que Jesús moribundo, en un rasgo supremo de delicadeza y de amor nos la dejó por Madre y nos entregó a Ella como hijos en la persona de San Juan, Ella, la Virgen Inmaculada, no hace otra cosa más que estar constantemente procurando la salvación de todos y cada uno de sus hijos”[2]. Sus luminosas palabras nos ayudan a ver a María como Madre, Intercesora y Misionera.
San Pablo nos recuerda que “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4), si esa es la voluntad de Dios entonces podemos afirmar que también María, nuestra Madre, lo desea con todo su corazón. Ella intercede por nosotros, nos acompaña e invita a vivir su enseñanza más clara y profunda: “hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5). Su misión es conducirnos siempre a Jesús para que seamos portadores de la Buena Noticia y llevemos su mensaje de amor y redención a quienes aún no lo conocen o se encuentran indiferentes al encuentro con Cristo, Nuestro Señor y Salvador.
¿Experimentas a la Virgen María como Madre que intercede por ti y quiere tu salvación? ¿A quién necesita Jesús visitar a través de ti? ¿Qué intención misionera puedes ofrecer en este mes del Rosario?
[1] Redemtoris Missio, 92.
[2] AHSVCFE I.5.4.14. Fondo Martha Christlieb, Escritos Espirituales. Sin fecha.


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