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  • Foto del escritorNayeli Reyes Loyo, svcfe

Insiste sin cansarte


Jesús en el evangelio habla a sus discípulos de la insistencia en la oración, pone como ejemplo al hombre que va a medianoche a importunar a su amigo pidiéndole tres panes porque ha llegado un amigo suyo y no tiene qué ofrecerle; en un primer momento su petición no es aceptada, pero por su insistencia, seguramente el amigo se levantará a darle lo que pide. Jesús concluye: “pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra y al que toca, se le abre. ¿Habrá entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pida pan, le dé una piedra? ¿O cuando le pida pescado, le dé una víbora? ¿O cuando le pida huevo, le dé un alacrán? Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre celestial les dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?” (Lc 11, 9-13).


El amigo inoportuno necesita pan para satisfacer no sus necesidades, sino las de su amigo que ha llegado de viaje. Jesús habla del hijo que pide pan, pescado o huevo a su padre y éste le da lo que necesita, no lo que le haría daño. Y, profundizando un poco más, Jesús habla de pedir, en la oración, el Espíritu Santo quien nos ayudará a “orar como conviene” (Rm 8,26), según la voluntad de Dios.


La sierva de Dios Martha de la Inmaculada ha vivido profundamente esta experiencia. En este hoy nos exhorta a orar con fe, confianza y perseverancia, nos dice: “Sé prudente y no insistas neciamente aquí abajo, pero con nuestro Señor y su Madre Inmaculada sí insiste sin cansarte. Pide, solamente, que se cumpla en ti la Voluntad Divina, y Dios te la manifestará con toda seguridad. Sigue siendo alegre y dócil, pero no dejes de importunar a nuestro Señor y a la Virgen Santísima”[1]. En otro momento nos comparte su certeza y experiencia de los efectos de la oración: “la oración es la fuerza que dobla el corazón de Dios”[2].


Por tanto, la confianza y la insistencia mueven el corazón de las personas y nos dan lo que necesitamos, sea para nosotros mismos o para otros. La oración mueve el corazón de Dios y nos da lo que necesitamos, si la hacemos movidos por el Espíritu Santo.


Para concluir, recordemos las palabras de San Agustín: “la oración es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios”.


¿Crees en el poder de la oración? ¿qué pides en ella? ¿confías en que Dios te escucha o desistes con facilidad?

[1] AHSVCFE I.2.3.83. Fondo Martha Christlieb, Cartas a svcfe, 18 de enero de 1964. [2] AHSVCFE I.2.3.284. Fondo Martha Christlieb, Cartas a svcfe, 27 de agosto de 1949.

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