Tener como guías la humildad y sinceridad
- Nayeli Reyes Loyo, svcfe
- 20 mar
- 2 Min. de lectura

Hemos iniciado el tiempo de cuaresma en el que el Papa Francisco nos hace esta invitación: “caminemos juntos en la esperanza”. Nos convoca a caminar, peregrinar juntos, sin excluir a nadie y con la mirada puesta en Cristo resucitado, que nos llama a participar de su gloria. Porque “gracias al amor de Dios en Jesucristo estamos protegidos por la esperanza que no defrauda (Rm 5,5). La esperanza es “el ancla del alma”, segura y firme[1]. En ella la Iglesia suplica para que «todos se salven» (1Tm 2,4) y espera estar un día en la gloria del cielo unida a Cristo, su esposo”[2].
Caminar juntos significa ser artesanos de unidad, partiendo de la dignidad común de hijos de Dios (Ga 3, 26-28); significa caminar codo a codo, sin pisotear o dominar al otro, sin albergar envidia o hipocresía, sin dejar que nadie se quede atrás o se sienta excluido. Vamos en la misma dirección, hacia la misma meta, escuchándonos los unos a los otros con amor y paciencia[3].
Este es el camino cuaresmal que, en la persona del Papa, Dios nos pide vivir hoy: dejar atrás nuestros egoísmos, diferencias y “ganas de hacer carrera”[4], sino “hacer el bien sin mirar a quién” con la intención de amar como Jesús nos ha amado. Para ello, es necesario interiorizar en nuestro yo, conocer lo que hay en nuestro corazón y qué nos mueve a actuar.
Madre Martha, con el sentido del humor que la caracterizaba, nos comparte, en uno de sus escritos, la manera de cómo nos podemos preparar en este tiempo de esperanza, camino hacia la resurrección: “con motivo de la pascua de resurrección, hemos de tratar de excursionar por nuestro interior, llevando como guías la humildad y la sinceridad, a fin de descubrir qué es lo que en nosotras impide esa plena resurrección con Cristo. Como todas ustedes son personas muy versadas en ascética, mística y demás, me responderán al momento, que lo único que estorba esa plena resurrección, es, sencillamente, nuestro yo; aunque yo no estoy versada ni en ascética, ni mucho menos en mística, estoy de acuerdo con ustedes, pero, en esa excursión que propongo hacer, se trata de descubrir qué brotes, qué manifestaciones de ese YO, constituyen el obstáculo para nuestra santificación, el obstáculo para esa entrega total y generosa de cada una de nosotras”[5].
Por lo tanto, si queremos resucitar con Cristo, en la próxima pascua de resurrección, busquemos lo que estorba a nuestro yo para vivir agradando a Dios y experimentar su amor incondicional.
¿Cómo me interpela el mensaje del Papa “caminemos juntos en la esperanza”? ¿Me siento realmente en camino o me experimento paralizada/o, estática/o, con miedo y falta de esperanza, o en mi zona de confort? ¿Qué de mi yo me aparta del amor de Cristo?
[1] Catecismo de la Iglesia Católica, no. 1820.
[2] Mensaje del Santo Padre Francisco para la cuaresma 2025.
[3] Idem.
[4] Novo Millennio Ineunte, no. 43.
[5] AHSVCFE I.2.1.2. Fondo Martha Christlieb, Cartas a Hermanas de la Vera Cruz Hijas de la Iglesia, l9 abril 1962.
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