Transformar en oración todas nuestras actividades
- Nayeli Reyes Loyo, svcfe
- 12 abr
- 2 Min. de lectura

¿Alguna vez has escuchado la frase: vivir en la presencia de Dios? o ¿cultivar la atención amorosa a Dios? ¿te has preguntado en qué consiste vivir en su presencia?
Tratando de responder, viene a mi mente la frase que San Pablo dirige a los habitantes de Corinto: “ya coman, ya beban o hagan cualquier cosa, háganlo todo para gloria de Dios” (1Co 10, 31). Hacer todo para gloria de Dios significa agradarlo, tenerlo presente en nuestro diario vivir y dejar que sea Él quien guíe nuestras decisiones y acciones.
Vivir en atención amorosa a Dios es estar atento a sus llamadas a través de su Palabra, la participación de los sacramentos, el encuentro con las personas y con la creación. Es establecer una alianza amorosa basada en pequeños actos que forman parte del lenguaje amoroso entre Dios y nosotros. Así como dos enamorados que están atentos, cada uno, a la persona amada y han establecido un lenguaje muy particular de comunicación y entendimiento mutuo que los va unificando en el amor.
Estar en la presencia de Dios no es “capillismo”, tampoco “ritualismo”, sino encuentro de amor entre dos personas que se conocen, se comunican y, por ende, se aman. Es estar en búsqueda, atenta y constante, de lo que agrada a la persona amada para complacerla. Es estar despiertos para la cita del encuentro, como cuando el Principito –obra maestra de Saint-Exupéry– le dice al zorro, si vienes a verme a las cuatro de la tarde, desde las tres te estaré esperando. Es dedicarle tiempo –con todo lo que implica– a la persona amada porque es el tiempo que has perdido por tu rosa lo que la hace tan importante.
La sierva de Dios Martha de la Inmaculada buscaba vivir en la presencia de Dios e invitaba a sus hijas espirituales a crecer en esta práctica. En uno de sus escritos nos comparte: “por el ejercicio de la presencia de Dios y de la atención amorosa a Él, procurarán transformar en oración todas sus actividades y ocupaciones. Esa atención amorosa hará que se preocupen únicamente de agradar en todo y por todo, a su Jesús […] procurando en todo poner un destello de perfección, un sello de delicadeza”[1].
Darle prioridad a Dios, por quien somos incondicionalmente amados y amarlo, es lo que nos constituye como personas y nos devuelve nuestra imagen y semejanza divinas.
¿Quieres vivir en la presencia de Dios, en atención amorosa a Él? ¿Deseas agradarlo? ¿Cuál es –o será– tu lenguaje de amor con Él?
[1] AHSVCFE I.5.3.19. Fondo Martha Christlieb, Escritos espirituales. Sin fecha.
Comments